sábado, 21 de enero de 2012

LA PARTE DEL ALMA EN LA LECTURA:LOS PERIÓDICOS EN MANOS DE LOS NIÑOS Carlos A. Carrillo El autor da a conocer la parte a la cual él llama el participio que en el arte de la lectura corresponde al espíritu. Carrillo hace referencia en su escrito a que el alma, la voz y el cuerpo deben concurrir para la lectura: el alma, apoderándose del pensamiento del autor; la voz, expresándolo; y el cuerpo, ayudando con su ademán y gesto a aumentar la eficacia de la voz. De estos tres elementos, el principal, que es base indispensable de la buena lectura, es el elemento espiritual; y Brooks, para que sus lectores se penetren de la importancia capital que le concede, define la lectura con tanta originalidad como vigor en los siguientes expresivos términos: este arte consiste simplemente en tener algo en el entendimiento y expresarlo. El trabajo mental que exige la lectura comprende tres partes: la comprensión, la posesión y la representación. Comprensión. Es imposible expresar con claridad y entonación verdadera lo que no se comprende claramente; así, pues, lo primero que debe proponerse el que lee, es entender bien el pensamiento que tiene que enunciar, y enunciarlo, en seguida, de la manera más propia para que lo entiendan sus oyentes. Si en las escuelas los niños leen tan mal, depende de que en la práctica se echa en olvido tan sano principio. La primera lección que deben recibir en clase de lectura no debe consistir en leer, sino en entender lo que otro está leyendo. El maestro debe enseñar a los niños prácticamente que leer no es repetir las palabras del libro, sino única y exclusivamente expresar sus propiospensamientos y emociones.El fin principal que ha de proponerse el alumno es apoderarse del pensamiento del autor. Para lograrlo, Carlos Carrillo propone estas indicaciones: 1.- El maestro debe cuidar de que los alumnos entiendan todas las palabras de su lección. A los más pequeños se las explicará, siguiendo el orden de las frases y periodos; a los más grandes puede exigirles que estudien un vocabulario o el diccionario. 2.- Debe, además, cerciorarse el profesor de que los discípulos han comprendido el pensamiento expresado por la frase. Para averiguar si lo han entendido, será bueno exigirles que expresen el pensamiento que han leído en su lenguaje proPioy a su manera, haciendo que cierren sus libros, y que repitan lo que hayan entendido. 3.- Deben los alumnos analizar los periodos y párrafos, para descubrir las ideas capitales que deben ponerse de relieve, leyéndolas con mayor énfasis. 4.- Las lecciones de lectura deben estudiarse previamente. A esta preparación pueden consagrar los niños una parte del tiempo que hoy dedican a estudiar su gramática o aritmética, y el maestro, antes de permitirles que lean en alta voz, debe examinarlos acerca del contenido de la lección, explicándoles aquello que no esté a su alcance. 5.- Finalmente conviene no recorrer el libro muy de prisa: apresurarse lentamente es en esta materia una regla excelente. Mientras más se familiariza un niño con una lección, mejor la lee. Apropiación. Para leer bien se necesita, además, posesionarse del trozo que se lee. Los alumnos no sólo deben entender lo que leen, sino que han de experimentar los sentimientos que su libro expresa; su voz ha de ser un eco no sólo del pensamiento, sino también de la emoción, han de reflejarse juntamente en ella el corazón y la cabeza. Se proponen indicaciones que pueden ser útiles a los maestros que deseen que sus discípulos se empapen bien en los sentimientos del autor que leen. 1.- El maestro debe tener cuidado de que el párrafo que se lee esté plenamente entendido, porque el sentimiento no puede germinar sino a impulsos de una idea claramente comprendida. 2. Los discípulos se han de posesionar tan íntimamente de lo que leen, que se asimilen completamente los pensamientos y sentimientos que expresa el autor. El pensamiento o sentimiento ha de apropiárselo el discípulo como si fuera el producto de su cerebro o de su propio corazón, y entonces lo leerá como si expresara una cosa que él hubiera pensado o sentido. 3.- Para lograr que un niño aprecie los sentimientos contenidos en una lectura y se los asimile y se necesita que su gusto haya sido educado esmeradamente, y esta educación es obra del tiempo y fruto de continuo trabajo. 4. Para que los niños puedan apropiarse los sentimientos del autor, es preciso no dejarles que lean composiciones que no están a su alcance por las emociones que despiertan. La melancolía, la aristocracia, el patriotismo, son sentimientos que no pueden tener cabida en el pecho de un niño. Lo que ellos sí pueden saborear son los placeres de Una excursión en bote por el río; lo que puede afligirles es: El canario que se escapó de la jaula, etc. Representación. La tercera regla que ha de observarse para leer bien consiste en representarse interiormente el asunto de la lectura, de suerte que en la imaginación se pinte con suma claridad y vivo colorido el cuadro que la palabra va reproduciendo. El medio de obtener que lean con tanta naturalidad y expresión como relatan lo que les ha pasado, es que se representen en la imaginación con toda claridad lo que van leyendo. Se dan a conocer consejos prácticos al maestro para que logre por parte de sus discípulos esa representación viva de los objetos, que es tan importante. 1.- Debe el maestro acostumbrar a los niños a retratar en su imaginación todos los objetos que sean susceptibles de representarse mentalmente. Así, si en la frase: veo un pájaro en un árbol, deben figurarse el árbol, y ver el pájaro parado en sus ramas; si leen que un muchacho estaba pescando, es preciso que vean el agua y al muchacho inclinado cogiendo el pez; si la lección se refiere a un caballo que se escapó, han de imaginarse el caballo que va corriendo y describirlo como si lo estuvieran viendo realmente. 2.- En aquellos casos en que no es posible formar una representación imaginaria del contenido de la lectura, es preciso que el alumno tenga la concepción abstracta de él con cuanta exactitud y claridad sea posible. El maestro debe averiguar si concibe el niño distintamente el pensamiento o sentimiento que expresa, y si su concepción corresponde a la significación de las palabras. 3.- El concebir con viveza ayuda mucho a la buena lectura. Los maestros que no tienen experiencia de estas cosas, porque nunca han ejercitado a sus discípulos en formar pinturas mentales de los objetos o asuntos sobre que versa la lectura, apenas pueden creer la influencia de la representación, y al ensayar por primera vez este medio, quedarán sorprendidos de sus efectos. Los periódicos en manos de los niños Muchos educadores de los Estados Unidos creen conveniente que el maestro ponga en manos de los niños periódicos y revistas. No siempre, por supuesto, sino de vez en cuando. Pretenden que en su lectura pueden beber los niños variados y útiles conocimientos. Conocimientos de importancia e interés general, se entiende, no chismes de casa de .vecindad ni noticias de riñas, asesinatos y escándalos, como los que llenan a veces las gacetillas. Dicen esos educadores que, sobre todo, para la enseñanza de la geografía es el periódico de valor inapreciable. Basándose en un estudio de un periódico por medio de distintas columnas y noticias, concluye el autor que debemos poner de vez en cuando un buen periódico en manos de los niños; leerlo habitualmente que en él se encontrará unafuente copiosa de conocimientos vivos que transmitir a los educandos. Un maestro de nuestros días que no está en contacto con la humanidad por medio del periódico, que vive en aislamiento y como segregado de la raza humana, es un maestro imperfecto, un maestro mutilado, no es un maestro. CCE

ESTRATEGIAS PARA PROMOVER EL DESARROLLO DE LAS COMPETENCIAS COMUNICATIVAS DE LOS ALUMNOS

miércoles, 28 de diciembre de 2011

“Dos lecciones” y “El maestro y la lectura”, Garrido, Felipe (1999), en El buen lector se hace, no nace. Reflexiones sobre lectura y formación de lectores, México, Ariel, pp. 23-25 y 55-63

DOS LECCIONES Quienes hayan cursado el cuarto año de primaria hacia 1952, en el Instituto México -¡de feliz memoria!-, en esta tantas veces imperial ciudad, sufrieron quizá, como yo, el horror de ser alumnos de Ruin Ruin Ruanocuajo, como en cómplice secreto, al fondo del patio, llamábamos algunos al malamente apodado Señor Ruano o, en otras palabras, al titular de nuestro grupo, que tal vez era el 40 B. De todas las hazañas de este lastimoso ejemplar del docente que vive en competencia con los educandos, para que quede claro quién sabe y quién manda y quién castiga, quiero recordar solamente una, que me parece importante porque muestra cómo un maestro refuerza los hábitos de los estudiantes, aun cuando no lo anime esa intención. A veces he dicho que esto que voy a relatar sucedía todos los días. En este momento me parece exagerado. Ahora creo que más bien era en algunas ocasiones; los lunes, de seguro. Lo importante es que en mi memoria pueda cobrar tanta importancia como para pensar que era cotidiano. El caso es que el Señor Ruanocuajo trascendía ese día a loción y vaselina más que de costumbre, se colocaba de pie detrás del escritorio, aclaraba la garganta y nos pedía que sacáramos del pupitre tal o cual libro, lo abriéramos en la página zutana y copiáramos la lección que comenzaba allí. Cuarenta y tantos pupitres se abrían a la vez, aparecían cuadernos y libros, cuarenta y tantas cabezas se inclinaban disciplinadas y unos segundos después se escuchaba en el salón sólo el rasgar de los lápices en el papel. Con grave riesgo de su tranquilidad y su promedio, a veces alguien se atrevía a alzar la vista para ver en qué ocupaba ese tiempo el profesor. En tales circunstancias, veía a Ruano sacar de bajo el sobaco izquierdo un ejemplar del Esto, extenderlo en el escritorio y embeberse, próximo al orgasmo, en la lectura de hazañas deportivas y taurinas de fin de semana. (Debo reconocer, en un aparte, que el mayor favor que Ruano podía otorgar a uno de sus alumnos era prestarle durante el recreo, algunas raras veces que andaba de buenas, su ejemplar del periódico.) No recuerdo absolutamente nada que Ruano me haya enseñado, excepto a leer el Esto; pero estoy seguro de que eso lo hizo muy bien con la mayor parte de sus alumnos, y a veces me permito tenerle cierta gratitud por ese beneficio que seguramente él nunca se propuso damos. Bajo la regadera, cuando pienso en estas cosas, confirmo la fuerza avasalladora de la imitación, del ejemplo, y me pregunto si yo he sido capaz de aprovechar la estrategia pedagógica de Ruano, aunque sea en favor de textos que el Esto jamás recogería en sus páginas. II Unos años después, seguramente ya en secundaria, en el mismo edificio de la calle de Amores, hubo otro maestro, de geografía, que clase tras clase nos engañaba con el mismo truco. Llegaba al salón con un texto diverso que, según decía, había encontrado por casualidad en el camión, en el patio, en la biblioteca de la escuela. Alberto Godínez alzaba sobre la tarima su pequeña humanidad -en ese momento ya casi todos los del grupo eran más altos que él- y comenzaba a leer. Un silencio cabal se hacía en el aula y, a veces, estallaba en una carcajada o en una exclamación de asombro, porque los breves fragmentos que nos regalaba -la lectura debe haber sido cada vez de no más de seis o siete minutos nos conmovían, nos divertían, nos abrían los ojos hacia posibilidades que no habíamos imaginado. Godínez era un buen deportista, temible en la cancha porque tenía la obsesión de ganar. Pero en lugar del Esto nos reveló la existencia de Rubén Daría, de Horacio Quiroga, de Ramón López Velarde, de Mariano Azuela, de otros autores que nunca nombró pero cuyas palabras sirvieron para concentrar la atención del grupo y para hacemos evocar otras formas de la realidad, para ponemos en contacto con otras maneras de estructurar el lenguaje, para hacemos ver que las palabras de todos los días podían vestirse de gala y de misterio. Este señor, que sí lo era, nos hizo frecuentar textos literarios clase tras clase, hasta formamos la necesidad de que geografía comenzara con unos versos, con una reflexión, con una historia. Nos enseñó que la lectura y la literatura no eran coto de sus colegas, los maestros de literatura o de español, sino un patrimonio de todos y un alimento, un ejercicio que no podía faltar un solo día. Muchas veces he creído, y ahora lo repito, que la mejor manera de comenzar un día de clases, en cualquier nivel educativo, en cualquier disciplina, es ver al maestro o a la maestra, de pie ante el grupo, con un libro que no sea de texto en las manos; un libro que no persiga otro fin que el gozo de la lectura, para leer unos pocos minutos. Sólo los necesarios para compartir esos secretos de la lectura que constituyen su esencia y a los cuales nadie puede llegar si no es a través de la experiencia, del ejercicio, de la frecuentación de la lectura misma. (1) 1 "Si los padres leyeran a sus hijos quince minutos cada día; si los maestros leyeran a sus alumnos quince minutos cada día -no para estudiar sino por gusto, por divertirse-; si lográramos fundar muchos rincones infantiles y talleres de lectura. EL MAESTRO Y LA LECTURA A principios de 1972, la doctora María del Carmen Millán me invitó a formar parte del pequeñísimo equipo que publicaba, semana a semana, la colección SepSetentas. Desde entonces hasta la fecha, he tomado parte en algunas empresas edito¬riales de la Secretaría de educación pública. Éstas incluyen, además de SepSetentas, la revista Siete, las colecciones Sep-lnah, SepDocumentos y SepOchentas, la primera serie de Lecturas Mexicanas, la colección Letra y Color y algunos libros sueltos como los seis tomos de El mundo antiguo, de José Luis Martínez y, en 1993, el libro de Historia de México para cuarto año de primaria, que actualmente está en uso. Hoy en día estoy a cargo de la Unidad de publicaciones educativas de la SEP, que equivale a decir de los Rincones de lectura o los Libros del rincón: el único programa que tiene la SEP dedicado exclusivamente a la formación de lectores. No a la enseñanza de la lectura y la escritura, sino, lo repito porque es diferente y esencial, a la formación de lectores. Ahora me pregunto si todo ese trabajo, a lo largo de lo que ya van siendo muchos años, de SepSetentas a la fecha, ha tenido alguna utilidad para formar lectores. Me temo que no. Mejor dicho, estoy seguro de que no. Dejando a un lado los Rincones de lectura. a los cuales volveré después, todas esas colecciones no pretendieron formar lectores, sino apoyar al público lector y eso, por supuesto, también es importante. Sostener a quienes ya leen, contribuir a su crecimiento como lectores, completar la labor de las editoriales privadas, ampliar la oferta de libros, mantenerlos en precios bajos es una necesidad tan apremiante como formar nuevos lectores. Si no se atiende, se corre el peligro de perder, en un abrir y cerrar de ojos, todo lo que, después de muchos años de esfuerzo, se cree ganado. Hay que atender a los lectores que ya se tiene, y hay que recordar que existe una amplia gama, con necesidades diferentes: lectores primerizos, lectores formados, lectores expertos. Nadie debería quedar desatendido. (1) Volvamos al punto de partida: la edición y la distribución de libros, por ellas mismas, no son suficientes para formar lectores, aunque la población esté alfabetizada. Aquí se equivocó Vasconcelos y han vuelto a tropezar otros proyectos, porque no es fácil aprender esta lección. Lo habitual es que los lectores crean que las ventajas de la lectura y los libros pueden ser comprendidas y aprovechadas ipso facto por quienes no son lectores, pero la experiencia demuestra que no es así. Una vez que se cuenta con libros, alguien tiene que acercamos a ellos. Formar lectores que sean capaces de comunicarse y expresarse por escrito es una tarea adicional a la enseñanza de la lectura y la escritura. La alfabetización y la disponibilidad de los libros son indispensables, pero creer que bastan es un error tan grave que explica el fracaso de nuestras escuelas para formar lectores. N uestro sistema educativo ha probado ser eficaz para enseñar a leer y escribir. Lo prueba la forma sostenida en que, durante el último medio siglo, México ha logrado abatir los índices de analfabetismo, pese a su enorme crecimiento demográfico. Hoy puede decirse que la población analfabeta se encuentra allí donde las condiciones de marginación son tan graves que falta todo, incluso la escuela. En la medida en que la educación básica continúe ampliando su cobertura, como lo ha hecho en los últimos años, el analfabetismo irá siendo erradicado. Sin embargo, con pareja claridad, nuestro sistema educativo ha probado su ineficacia para formar lectores que puedan servirse de la escritura. Nuestro mayor problema de lectura no es el analfabetismo, sino el hecho de que quienes asisten a la escuela no son lectores; quienes terminan una carrera universitaria no son lectores; quienes logran hacer un posgrado no son lectores; la mayoría de nuestros maestros no son lectores. ¿Qué significa lectores que puedan servirse de la escritura? Personas que leen de manera voluntaria, no por obligación, y que son capaces de expresarse y comunicarse por escrito. Aquellos que disfrutan la lectura, la han convertido en una actividad cotidiana, comprenden lo que leen – o se dan cuenta de que no comprenden y hacen lo necesario para superar ese obstáculo-, y pueden hacerse entender por escrito. (Entre paréntesis: la causa más importante para nuestro fracaso escolar en la formación de lectores es que, en lugar de promover el gusto por la lectura y la comprensión del texto, seguimos insistiendo en aspectos mecánicos, como la velocidad y la dicción.) Lo que no se entiende no se ha leído y para comprender lo que leemos hace falta aprender a gozar la lectura. La mayoría de nuestros alumnos y maestros van simulando la lectura a lo largo de la vida, forzados por la necesidad, comprendiendo a medias lo que leen, y ¿cómo puede alguien dedicar tiempo a una operación tan frustrante? Mientras no le perdamos el miedo al placer en el aula y no aceptemos que leer debe ser una operación gozosa, no podremos formar los lectores que necesitamos. ¿Para qué necesitamos lectores que lean y escriban? Los necesitamos para vivir mejor. Para tener un país más fuerte, más justo, más libre, más próspero y más crítico. No para que todos sean escritores, como dice Rodari, sino para que nadie sea esclavo. No es verdad, es una gran falacia, muy peligrosa, que la lectura y la escritura tengan que ver solamente con la educación y la cultura. No es cierto que sean asuntos que deban preocupar solamente a los profesores de español y de literatura. La lectura y la escritura tienen que ver con todos los órdenes de la vida. La lectura y la escritura deben ser preocupaciones de todos los docentes, no importa cuál sea su especialidad. Necesitamos maestros lectores, que puedan escribir, porque sin duda serán mejores, dentro y fuera del aula. Muchas veces, los he escuchado reconocer, con resignación, que no son lectores. ¿Hasta cuándo vamos a aguantarlo? ¿Hasta cuándo los maestros vamos a seguir aceptando que no somos buenos lectores? Deberíamos protestar, deberíamos exigir y exigimos ser mejores lectores. Deberíamos dedicar más tiempo a leer y leer más libros, mejores libros, de muchas materias y de literatura: novelas, teatro, cuentos, poesía, ensayos. Un lector no está completo si no lee literatura. Habremos formado lectores capaces de servirse de la escritura cuando los alumnos y los maestros hayamos conseguido apropiamos de la cultura escrita. Y esto debería implicar la formación de la familia como lectora. Los niños necesitan estar rodeados de gente que lea y que hable de lo que lee. Esta apropiación de la cultura escrita sólo puede darse si hay un contacto permanente, diario, con muchas clases de textos -sobre todo, libros para leer, pero también envases, periódicos, carteles, mapas, directorios, libros de texto-. Porque la escritura tiene funciones diversas: de expresión, de experiencia, de comunicación, de información, de construcción de conocimiento, de apertura de horizontes. Y no hay manera de dominar esta diversidad de funciones si no se está en contacto con ellas. En su mayoría, la población de nuestras escuelas lleva una vida familiar apartada de la lectura y la escritura. Por eso la escuela tiene un papel tan importante en la formación de lectores. Para la mayoría de nuestros niños, la única oportunidad que tienen de conocer modelos de lectura y escritura se da en este espacio. Sin embargo, la mayoría de las escuelas también se encuentran lejos de la cultura escrita, y la limitan a los estrechos márgenes de los libros de texto. Buena parte de los maestros y maestras, incluso los dedicados a la enseñanza de la lectura y la escritura no son, ellos mismos, lectores ni se sirven de la escritura. Por eso no basta con la sola entrega de libros para que los maestros y los alumnos se acerquen a la lectura. Para la mayoría, la lectura es una actividad extraña. Bastaría mandarles balones de futbol o de volibol para que los aprovecharan; pero no sucede lo mismo con los libros. Mientras cualquier maestro o alumno sabe qué hacer con un bate y una pelota, no cualquiera sabe qué hacer con libros que no son para estudiar ni para seguir el programa, sino para leer. La formación escolar de lectores y escritores requiere tres condiciones básicas: En primer lugar, una alfabetización de calidad que dé prioridad a la comprensión del texto y al uso significativo de la escritura -es decir, a un uso que tenga un interés real para el usuario-. En segundo lugar, el «contacto frecuente, diario, con textos diferentes, completos e interesantes. Por último, el diálogo con otros usuarios del sistema de lectura y escritura que sean más experimentados, más competentes, más capaces y, por lo tanto, de los cuales sea posible aprender. Volvamos ahora a Rincones de lectura, un programa que hasta ahora ha repartido en todas las escuelas primarias oficiales del país casi 33 millones de ejemplares, para formar en cada escuela una colección de libros para leer. Este acervo no es simplemente un grupo de libros, sino un fondo editorial cuidadosamente planeado, con más de 500 títulos, dos juegos de naipes y cinco cintas grabadas con música y canciones. Los libros son de literatura (42%) -cuentos, novelas, teatro, poesía, rimas, trabalenguas-;(2) de testimonio y tradiciones (22%); de información (28%) -historia, astronomía, animales, viajes, ecología, física, química, matemáticas y otras materias-, y de actividades, de hacer cosas como papirolas y juegos para el patio de la escuela (8%). Aproximadamente 35 % por ciento son de autores de otros países, sobre todo hispanoamericanos, y más de la mitad son coediciones con editoriales privadas. Hay también libros para los maestros y los padres de familia -poco más de medio centenar- porque los niños necesitan estar rodeados de adultos lectores. Rincones de lectura ha buscado que los textos publicados estén completos y tengan un significado inteligente, vinculado con la vida real de los niños y las comunidades de nuestro país. Muchos de estos libros pueden ser complementarios de los programas de estudio, por su información, pero en principio todos ellos son independientes de los objetivos pedagógicos; su propósito es dar a los alumnos la oportunidad de leer materiales diversos: para formarse y progresar, un lector tiene que hacer lectura;; distintas. Por eso mismo, los Libros del rincón son de todos tamaños y formas, con ilustraciones, tipografía y diseño de todas clases. No son libros para "enseñar a leer", sino para formar lectores. Son libros que tienen cierta complejidad gramatical, sintáctica y de léxico. La complejidad propia de la cultura escrita; la complejidad necesaria para que los textos comuniquen realmente un significado inteligente y tengan interés. La complejidad propia de los usos vivos de la escritura, en contraste con los usos artificiales, reducidos, orientados a fines pedagógicos específicos, que habitualmente proponen los libros de texto. Los libros escritos para enseñar a leer, para cubrir un programa escolar o transmitir enseñanzas morales, son por lo común excesivamente simples; incurren en el paradójico riesgo de enseñar a los niños los aspectos mecánicos de la escritura y la lectura, y al mismo tiempo alejarlos de su comprensión, pues desvirtúan el lenguaje vivo; en general son aburridos y no invitan a la lectura. Los Libros del rincón permiten y necesitan distintas lecturas. Potencian la capacidad del lenguaje. No suelen ofrecer posibilidades obvias de uso pedagógico, pero se remiten a la experiencia vital de los niños, tienen un interés auténtico, son divertidos y pueden realmente formar lectores, si se utilizan en el aula y si se prestan a los alumnos para que los lleven a sus casas. Su propósito es hacer una oferta de lectura que contribuya a enriquecer la visión del mundo de los niños, los maestros y los padres. Los Libros del rincón, sin embargo, tienen que enfrentarse a un obstáculo grave: en muchas escuelas no se usan. Hay directores y maestros cuya única preocupación es que no se maltraten, o que no conceden ninguna importancia a la lectura y la escritura y por lo tanto no saben dónde quedaron esos libros, o no encuentran tiempo para que los alumnos los aprovechen. Por eso mismo, muchas veces quienes trabajan en la promoción de la lectura carecen de presupuesto, de personal, de transporte, de teléfono, de papelería, de tiempo, de escritorios. Este defecto es de nuestro sistema educativo y de nuestra sociedad, donde, en realidad, la lectura todavía no importa todo lo que debería de importar. Es curioso que continuamente se capacite a los maestros en una multitud de aspectos, por lo común mediante materiales impresos, y sin embargo no se dediquen tiempo ni recursos para capacitarlos como lectores.(3) Por fortuna esto va cambiando. A partir de 1994, Rincones de lectura incluye, como una de sus tareas sustantivas, la capacitación de los maestros en técnicas de fomento a la lectura y formación de lectores. La experiencia muestra que los profesores que reciben esta capacitación cambian radicalmente su concepto respecto a la importancia de la lectura y aprovechan los Libros del rincón, y otros libros. La experiencia muestra también que la mejoría en el rendimiento de sus alumnos es tan patente, que aun quienes en un principio se muestran reticentes terminan por ser entusiastas promotores de la lectura. Estos maestros finalmente comprenden que la lectura no es un problema de los maestros de español ni de literatura. Que la lectura no es ni siquiera un problema sólo de los maestros y de la gente de letras. No es algo que concierna solamente a la educación y la cultura, de la misma manera que el deporte no es una cuestión exclusiva de los deportistas. Todo el mundo puede beneficiarse del deporte y todo el mundo debe beneficiarse de la lectura. Ser maestro debería ser sinónimo de ser lector. Es urgente que las normales se fijen esta meta. No solamente clases teóricas sobre la lectura, sino talleres y círculos de lectura que hagan lectores de literatura a los maestros. La formación de una conciencia que rechace la idea de que un maestro puede no leer. La construcción de una cultura lectora que debe partir de la escuela para abarcar toda la sociedad. Ser lector, para los maestros, debe ser una preocupación personal y profesional. Ser lector, para los maestros, debe ir mucho más allá de las antologías que a veces se preparan para ellos. A partir de estas obras elementales, los maestros deben acudir a las bibliotecas y a las librerías, en un esfuerzo constante y creciente por hacerse cada vez lectores más capaces, más ávidos, más curiosos, más completos. Un maestro debería estar siempre leyendo dos o tres libros; debería llevar siempre consigo una novela, un libro de poemas o de cuentos. Un maestro debe ser un lector bien formado, que conozca de primera mano nuestra tradición literaria; debe ser también un lector curioso, ávido de novedades, atento a lo que se va publicando. Son los maestros quienes pueden transformar el país en que vivimos, al través de la lectura. La lectura de los maestros, de sus alumnos, de los padres de familia. Si los maestros no lo hacen, nadie más podrá hacerla. En su corazón y en sus manos se encuentra esta tarea colosal. 1 Aunque pueden no tener una alta rentabilidad comercial, hay lectores y autores minoritarios que sería suicida descuidar. En los años recientes han sido atendidos, de manera sobresaliente, por la Dirección general de publicaciones de Conaculta. 2 De 1993 a 1999 estos materiales se repartieron divididos en cinco paquetes, llamados Azulita, Cándido, Tomóchic, Siembra Menuda y Galileo. 3 El limitado alcance del propio programa Rincones de lectura es una prueba de esto. En sus primeros trece años de vida, el programa no ha alcanzado mayor cobertura que la escuela primaria. Fuera de este espacio, la Secretaria de educación pública no tiene otros programas para la formación de lectores, en otros niveles. Esta carencia es especialmente sensible en las normales, 'donde hacer lectores a los alumnos debería ser una absoluta prioridad.

lunes, 26 de diciembre de 2011

“El medio es el mensaje, evidentemente”, Postman, Neil y Charles Weingartner (1985), en Olac Fuentes Molinar (comp.), Crítica a la escuela. El reformismo radical en Estados Unidos, México, SEP/El Caballito, pp. 107-115.

“EL MEDIO ES EL MENSAJE, EVIDENTEMENTE” Postman y Weingartner. Nos invitan en su texto a reflexionar de que en cada lección hay dos elementos importantes a los cuales llama método y contenido; el contenido puede ser trivial o importante, pero siempre se ha considerado como la “esencia” de la lección. El método es simplemente la forma en que se presenta el contenido. El método puede ser imaginativo o aburrido, pero nunca es otra cosa que el medio para trasmitir el contenido. No posee un contenido propio. Si bien puede producir estímulo o aburrimiento, no lleva consigo ningún contenido. Aunque el método y el contenido son diferentes son complemento el uno del otro; No se debe cometer el error de independizar cada uno de estos conceptos, porque si un profesor se centra en el método puede convertir sus clases en lecciones de método sin darle la importancia que debe al contenido (lo que verdaderamente se va a aprender a la escuela) y si se centra en el contenido, corre el peligro de no motivar lo suficiente a los alumnos y no lograr que se les graben los conceptos; Por eso mismo deben ir dependientes y complementarios. Consecuentemente esta frase,”el medio es el mensaje”, implica que el contenido experiencial también es el método, es decir, la experiencia de aprendizaje de una materia es el recorrido que se realiza para llegar a su aprendizaje. Por ello, los profesores deberían lograr que sus alumnos participen activamente en el aprendizaje del contenido con investigaciones propias, complementariedad entre los compañeros, preguntas,criterios o principios que expandan la claseetc. y no se limiten a fomentar que sus alumnos solamente “memoricen y repitan los conceptos recibidos” o que surjan problemas de aprendizaje o sea que tenga dificultades aprendiendo y usando ciertas destrezas. Las destrezas que son afectadas con mayor frecuencia son: lectura, ortografía, escuchar, hablar, razonar, y matemática. Se ha bloqueado la capacidad de los alumnos para realizar preguntas, para analizar lo que se les dice, cuestionar lo que se les enseña, eso nos lleva a formar individuos que solo aceptan la autoridad sin cuestionarlo. Esto propicia la falta de individualidad de la gente convirtiendo a la sociedad en una masa no pensante y por consecuente no actuante… By. Mónica Patricia Barragán González.

“La enseñanza implícita en el quehacer del maestro”, Rockwell, Elsie (1985), en Elsie Rockwell (comp.), Ser maestro, estudios sobre el trabajo docente, México, SEP/El Caballito, pp. 125-130.

LA ENSEÑANZA IMPLÍCITA EN EL QUEHACER DEL MAESTRO ELISE ROCKWELL El maestro es "modelo" de cómo escribir y como leer dentro del ámbito escolar. Su tendencia al escribir (a diferencia de cuando expone) es basarse en algún libro. y seleccionar o modificar los textos, sobre todo para proporcionar definiciones o resúmenes. En el caso de los cuestionarios, generalmente "formula" preguntas que parten textualmente de las afirmaciones del texto correspondiente. La interpretación de la lectura se da sobre todo en relación con los libros de texto, aunque hay otros maestros que traen otro material de lectura o bien que les recomiendan a sus alumnos que “lean, lean cualquier cosa, revistas o cuentos”, generalmente es el maestro quien interpreta el texto, esto puede significar desde una paráfrasis hasta una larga exposición, “preámbulo” o “ampliación” del texto. En el proceso, el maestro puede agregar experiencias propias, información, ejemplos o términos que se relacionan con el texto; puede señalar "errores" en el texto, según su criterio, y apelar a elementos del medio de los alumnos, toda esta actividad "interpretación de un texto" en la cual el maestro se convierte implícitamente en modelo de "cómo leer". en el sentido de cómo comprender al leer, contrasta con tarea mecánica de contestar cuestionarios de "comprensión de lectura", en que .los alumnos intentan adivinar la respuesta correcta. En otras clases, el maestro logra dirigir la lectura del texto y la participación de los alumnos en un esfuerzo más congruente por lograr que comprendan el texto. La "comprensión de lectura" es fundamentalmente social en este contexto el tipo de relación que se establece en la escuela entre docentes y alumnos imprime ciertas características, está en juego la doble autoridad del maestro: la “autoridad” de quien “sabe más”, y por lo tanto puede aportar más al texto, y la “autoridad” institucional que asume frente a los alumnos. Los niños entran en un doble proceso, el tratar de interpretar el texto y a la vez tratar de interpretar lo que entiende y solicita el maestro. En los momentos en lo que no se está enseñando el maestro sigue siendo un modelo, el trabajo de los maestros implica muchas funciones adicionales a la enseñanza, la documentación escolar y las comisiones son dos de las que se manejan, la interpretación de textos, y el registro escrito; se reciben oficios, se llenan formularios, se llevan cuadernos de inscripciones, asistencias, etc. En la escuela se recibe material de otro tipo: volantes, carteles de campañas, circulares, convocatorias a concursos o a la secundaria, etc. Este material entra, se lee, se comenta entre maestros y a veces se comenta con los alumnos. La relación escolar con los padres de familia genera agendas apuntadas en el pizarrón, actas anotadas en libros especiales, y recados acerca de tareas, disciplina, uniformes o cuotas, apuntados en tarjetas o en el cuaderno del alumno. Los alumnos observan a los maestros, como observan a cualquier adulto que lee o escribe y reflexionan sobre lo que hacen. La actividad del maestro constituye así un modelo, lleno de usos alternativos, de la práctica normal de lectura y escritura que implica el trabajo docente.

Joan Dean “Habilidades de comunicación”, Dean, Joan (1993), en La organización del aprendizaje en la escuela primaria, Barcelona, Paidós, pp. 79-82.

HABILIDADES DE COMUNICACION Dean Joan EN esta lectura elaborada por el autor Dean Joan nos hace presente el tema de una buena comunicación entre alumno y docente para un buen aprovechamiento académico. En su lectura nos menciona que para poder enseñarle algo provechoso al educando debemos de tener una buena relación con ellos para que puedan aprender pero la pregunta sería como lograr tener una buena relación. El autor nos menciona que para tener una buena relación debemos de comunicarnos adecuadamente con el estudiante en cuestión, para que el pueda entendernos, y lo más importante que el pueda aprender de una manera eficaz, Para tener una buena comunicación debemos primero de tener una buena voz y hablar de una manera clara para que pueda llegar bien el mensaje para el receptor que en este caso sería el alumno, el movimiento, los gestos y las expresiones faciales también son de gran utilidad sin dejar de mencionar que son los básicos para una buena comunicación. El contacto ocular es de gran utilidad porque así observamos las acciones de nuestros educandos y podemos controlarlos de una manera más efectiva. Otro punto importante que quiero resaltar es que para tener una buena relación entre educando y educador no se da rápidamente si no que se va formando con el tiempo, pero como tener una buena relación si se empieza a trabajar con alumnos nuevos el autor dice que lo más recomendable seria ser sensible a las ideas de los estudiantes para que ellos puedan entrar en confianza así tener una buena comunicación Deán Joan nos hace referencia a ciertas habilidades de comunicación que debemos tomar en cuenta las cuales son las siguientes: Habilidades de presentación: aquí nos hace mención del material didáctico que debe de llamar la atención del alumno para que se enfoque toda su atención en el tema expuesto Habilidades de interrogación : las preguntas son una buena técnica para entrar en una buena comunicación pero deben de ser preguntas clara y que los pupilos puedan entender , el uso correcto de esta habilidad nos puede ser de gran utilidad para el aprovechamiento del alumno y también nos permite saber si nos estamos comunicando de una manera adecuada si el alumno nos contesta correctamente y si no quiere decir que debemos de cambiar de método para que el alumno pueda captar bien el mensaje que le estamos dando Conducción de discusiones: las discusiones o el intercambio de ideas son una de las mejores habilidades ya que si lo llevamos por un buen camino puede ser un buen aprendizaje ya que los alumnos van a defender su punto de vista y tal vez podamos utilizarlo para corregir los errores que ellos puedan presentar y que ellos mismos se den cuenta de su falla lo mas importante es que el alumno pueda aprender lo que uno le esta enseñando pero para poder enseñar debemos de saber comunicarnos con los demás, dar de una manera clara y precisa el mensaje que estamos dando.

“El buen maestro de lenguaje”, Ramírez, Rafael (1964), en La enseñanza del lenguaje y de la aritmética, México, IFCM-SEP, pp. 113-115.

“EL BUEN MAESTRO DEL LENGUAJE” La enseñanza de lenguaje, se dice fácil y se piensa que no se necesita una gran preparación, o suficiente formación, pero la realidad es que se necesita más que un conocimiento del lenguaje, si no un saber del como enseñar. Los planes que se han realizado he implementado en las escuelas deben cubrir las necesidades del alumno entre los cuales se encuentra la comunicación social y la expresión. Es por esta razón que un profesor debe prepararse debidamente para cubrir estas necesidades y no solo en una asignatura si no también debe adquirir una cultura general. Pero, el maestro del lenguaje no solo debe adquirir conocimientos sobre cultura general y demás materias, porque esto no es suficiente ya que también debe tener un conocimiento de psicología educativa, ya que es necesario no solo cubrir las necesidades teóricas del alumno. Estos podrían llamarse requisitos esenciales para el buen aprendizaje, si no que también el profesor debe tener una excelente voz, considerada la cuestión desde el punto de vista armónico y melódico: debe ser un buen lector, un hábil conversador, un feliz expositor, un orador capaz de improvisar y en adición, ha de dominar los gestos y ademanes y los demás recursos exteriores de la técnica de la exposición oral. No se nace nunca con la capacidad de maestro ya madura: si no que se adquiere con el estudio y con el trabajo. Ana Lilia Flores